soda caustica
  cuentos
 

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                        ESPEJO DE BURBUJAS

Este cuarto vacío es amplio, cerrado y oscuro. Huele a sudor acumulado y penas sepultadas. Hay rastros de inmóviles cigarrillos ancianos y huellas de ocasionales amores lúbricos. Es una ciudad caliente la que se percibe por la ventana. Las brisas traen un raro olor mezclado con la algarabía de los vendedores de pescado. El río parece estar eructando. Una cama, un escritorio atiborrado de libros; Acompañan mi soledad de eco embotellado.
Creo desplegarme de mí mismo y veo nacer otra imagen mía acostada en los suspiros. Se ve más joven- en realidad el alma esta encerrada en el cuerpo.- Trato de buscar el porqué de ese otro acostado puliendo su barriga y acicalándose las perezas. Se ve despreocupado masticando las piruetas del tiempo. Creo que a estado desde siempre, sólo que ahora su presencia es más notoria. Me he atrasado en la lectura de un libro porqué él había saboreado sus páginas. Debo confesar que me ha fastidiado su método infalible para perder amarguras y auto rejuvenecerse. No habla. Sólo me ha mirado pocas veces. Me he sentido atemorizado al verme a mí mismo andando en pantuflas y con una despreocupación desmedida y hablarme con una especificidad y serenidad aterradora sin emitir palabra alguna. Sólo una insospechada mirada fría. Absoluta.
 
La soledad me acompaña en su sentido adrede. Me perturba la compañía de una voz; por eso me he aislado y por eso vivo en este cuarto que tiene una sola ventana.- mi espacio, mi mundo-
 
Por las mañanas prepara café y se sienta frente a la ventana sorbiendo la taza y el sol. Alza las piernas en la pared y fija la vista a la distancia como espulgando plegarias en el cielo. No tiene mis defectos a pesar de ser “yo” o algo de mí; quizá estuvo encarcelado y se liberó. Y no me habla porque no desea corromperse.
 
Sé que es triste aunque se ría llenando crucigramas y desplumando las perversidades del Sudoku. Día a día conozco a ese que soy “yo” pero que actúa diferente a mí. Por las tardes come galletas de mantequilla y escribe poemas sin verso. Congela las noches haciendo malabares con los sueños que flotan sobre su cabeza. Alguna vez desperté alterado y le vi justo sobre su tez de nube un sueño mío. Guardado en una burbuja. Era el sueño de mi muerte. Por primera vez sentí una amenaza directa y rapaz por parte de mí mismo... 
 
Ha ido usurpando hasta mis revoloteantes suspiros de polvo. Se ha comido mis chocolates numéricos y ha hecho el amor con una de mis flores de alegría. La desnudó pétalo a pétalo. Y se mojó con el deslizante líquido de los cálidos orgasmos. Se estimuló perversamente con los gemidos de tierna flor delicada. La destruyó con una sutileza energúmena de jardinero voraz. Usando su pedante tijera erguida. Luego, la rearmó como si hubiese sido de papel, dándole livianos besos estratégicos. Ella solo permaneció desnuda y callada, degradada de alegría y sumida a la vergüenza del desmedido placer. Él se acostó, en el piso, la faena era historia, sudaba a cántaros comenzando así el ritual de victoria para ese tipo de batallas. Encendió un cigarrillo, se miro el asta –como el verdadero- Era una exaltación y celebración entre el miembro y el ejecutante.
Comienzo a pensar que estoy perdiendo mi existencia en manos de una imagen mía reformada. En los últimos días le he notado una suspicacia de hiena diplomática. Es una revelación intolerable en ese reflejo del estanque. Es pedante en su andar y su prepotencia gris ocupa todos los espacios. En las telarañas le guindan sus ojeras. Percibo una amenaza. Ahora entiendo sus propósitos. Su perverso plagio  no es más que una burla. Sus ademanes de distraído cordero puro me generan repugnancia- mi otra parte es más dañina que yo- es altivo en sus acciones, es más corpulento en cada segundo, más inteligente. Ha reducido el espacio de este cuarto con su porte de rinoceronte obeso.
 
Tengo días sin fumar, los últimos los había escondido pegados con cinta en el tanque del retrete pero él arduo buscador y conocedor ahora de mis pensamientos estaba robando mis cosas y mis distracciones.- mis días son sin fondo y sin fin-
 
Ha tomado por costumbre no dormir, se trepa en las paredes cazando moscas de felicidad. Hace tres madrugadas estaba justo a mi lado. Mirándome. Sus ojos de búho tenían una crueldad nocturna. Era una fiera convertida en “mi”. Me levanté sobresaltado y sumido en un sopor de cangrejo resfriado. Desde ese preciso momento supe que no existía lugar en este cuarto ni en este mundo capaz de soportar nuestra presencia conjunta.
 
Ormoes el filósofo provinciano me ha traído uno de esos libros de Niechtze y un cigarrillo. Habló largo sobre la incomprensión de lo incomprensible, además de sus intestinales problemas hogareños.
Por la tarde encendí el cigarro y me escondí en las páginas vitales. Mi mente se va desenredando letra a letra con la acidez narrativa. Mientras aspiro el humo siento helarme hasta convertirme en un gigante bloque de hielo. Luego me derrito lentamente, soy aguas, me reconstruyo inexplicablemente gota a gota. Asimismo un montón de hormigas se meten en mis venas. Aspiro el cigarro y me despliego de la silla. Me elevo. Se me escapa una carcajada de vergüenza mientras pedaleo en el aire. Aspiro intensamente y a la vez me convierto en humo fosforescente. Soy un ave sin piel. Mi imagen está allí. Jugando dominó con el tiempo. – La ira es una locura temporal- lo embisto. Él cae convertido en vidrio mojado. Yo soy un león de acero. Lo asfixio y me divierte verlo morir. Se prende en llamas, sus cenizas forman un violento remolino corroído. Se pega en mi cuerpo. Es un universo de sanguijuelas. Una burbuja me atrapa. Y por una incoherencia absurda experimento mi propia muerte. Justo como lo soñé. Encerrado en una burbuja...
Decaigo y la puerta empieza abrirse. Una luz me ciega. Se acaba lo ficticio.
                   DAVID CABARCAS SALAS
                                                  
DACAS886@HOTMAIL.COM
                            
 
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